jueves, 25 de agosto de 2011

¿Habrá algo más dado que el cuerpo como vehículo significante? Sus medidas, disposiciones, texturas y brillos son una presencia inmediata en el encuentro ante el otro, y bajo su escrutinio, el cuerpo en su superficie el mejor de los espejos en donde pueda éste proyectar sus insospechados deseos y temblores.

"El cuerpo es lo que tenemos para presentificarnos ante los demás" decía Lacan. El cuerpo es lo que nos sostiene en un juego de desconocimiento y fascinación no sólo con el resto, sino con nuestra propia historia personal, imposible, devenida y enigmática como tal. 

lunes, 1 de agosto de 2011

Un viaje con brújula pero sin puerto

El yoga es experiencia discontinua. 
En ella, el encuentro es siempre instantáneo. 
Nunca una conquista que pueda ser asumida. 

De ahí la importancia en que la práctica sostenida (abhyasa) se acompañe de una actitud de continuo desapego (vairagya): un espejo diario para estar chequeando qué de nosotros en relación a la práctica del yoga -y a la vida- nos tiene narcisísticamente ocupados. Y en esto es donde se observa con más evidencia que el yoga no se trata nunca de un trayecto lineal, pues por más que uno conscientemente se desapegue de las propias frustraciones y satisfacciones orgullosas, la sensación de alivio y tranquilidad que adviene entonces no es más segura ni estable, menos aún verdadera. Incluso ahí, en esos momentos en que pareciera que nos hemos despojado, liberado de las etiquetas del lenguaje que marcan nuestro pensamiento y nuestro habitar del cuerpo, hay que estar alerta. El bienestar de la comodidad pacífica no es más que otra cara, más refinada, más astuta del mismo espejo que nos alienta. Por eso el equilibrio que buscamos en la práctica del yoga es dinámico y se sitúa en el desfiladero de la propia identidad, en la apertura al riesgo de los soportes en los que confortablemente (nos) sufrimos y (nos) amamos.

Ir de lo conocido a lo desconocido en las posturas. Del cuerpo visto al cuerpo sentido. De quien quiero ser, a quien soy, a quien no puedo ser, a ser y no ser -vacío de palabras, de categorías, de juicios.
"Ir de lo conocido a lo desconocido": esa es la invitación que hace mi maestro, experiencia a la cual accedo en gran parte porque proviene de él. No por su nombre, su apariencia o su origen, sino por la función de ser un soporte, que más allá de todo, no te deja solitariamente caer. 

El arrojarse al riesgo del desapego es un viaje hasta cierto punto en completa soledad. Viaje sin puerto pero con infinitas paradas, para cargar y descargar, y cuyo aliento lo regala en parte la figura del maestro, cuya enseñanza con compasión te ilusiona y desilusiona a la vez.