viernes, 28 de octubre de 2011

Hay pocas cosas más ignoradas y más potentes que la respiración y sus posibilidades de encarnar y a la vez liberar la subjetividad humana. Una corriente casi siempre imperceptible en tanto asumida, y que se toma por sentada dejándola a la "sabiduría" automática de un cuerpo al que, en la fugacidad de nuestra cotidianeidad, se lo atiende más que nada para suministrar la energía que asegurará su funcionalidad. Energía limpia, reciclable y acorde con aquellos preceptos que dicte la ciencia y permita la tecnología actual, de modo que garantice la eficacia y eficiencia del rendimiento del cuerpo, nuestro soporte material. La presencia del cuerpo irrumpe a duras penas en la vida del ser humano para su mantención al servicio de una mejor calidad de vida (más longeva y admirada a la vista de los demás): cuerpo para enriquecer y vitalizar con nutrientes, cuerpo para purificar con ejercicios y productos, cuerpo para conquistar con accesorios y adornos; antiguas y nuevas modalidades de inversión en el traje carnal que nos protege y presenta. Pero de la existencia nada. Pocas veces percibimos las posibles relaciones y potencialidades que se abren en el encuentro de la carne con el sentimiento de ser.

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