jueves, 1 de diciembre de 2011

Escrituras del cuerpo

Este cuerpo propio a través del cual existimos -en Occidente- suele ser un invisible y a lo más un lugar común, vestido de una interesante mezcla de imágenes y símbolos de sentido común impregnado de saber médico que informa e introduce cuerpo a todo lo que imaginamos como contenido por la piel de nuestros cuerpos.
Muchas son las vías a través de las que es posible ir más allá de este invisible, solo sensible y presente frente al dolor, ante lo que escapa a lo normativo, frente a la molestia para uno -y sobre todo la que se dicta como siendo tal para muchos-. Me refiero al cuerpo anormal, deforme, exótico, enfermo.
La práctica de yoga es una de estas posibles vías, una apertura hacia la conquista del propio cuerpo -y remarco lo de propio, pues es en cierto sentido un viaje a la singularidad-, ese del cual hemos sido desterrados por el conocimiento biomédico. Conquista que parte del reconocimiento de la naturaleza no natural de nuestro cuerpo, del percibir que su materalidad no es solo la de la carne observada, cortada, testeada y también reconstruida, creada, modificada, "sanada" por la técnica y la tecnología científica, sino que se constituye a través de símbolos más allá y más acá de los límites de la piel y de los espacios anatómicos, en una configuración armada en el interjuego de lo social y de lo subjetivo. El cuerpo como lugar en donde se encarnan, producen, elaboran, tranzan y dialogan los aspectos culturales, sociales y los de la propia singularidad. En mi experiencia la práctica del yoga puede convertirse en una potente técnica para explorar este terrreno novedoso, heterogéneo, vital y dinámico, que por lo mismo siempre se muestra como inacabado, y en cierto sentido imposible de aprehender.
Quizás a ello se deba la sensación de desorientación y mareo que a veces me acompaña cuando pretendo hablar o escribir de la experiencia subjetiva y del cuerpo al que es posible acceder a través del yoga. Se presenta como simplemente algo a nunca acabar. Por lo mismo, y asumiendo esa imposibilidad, me limito ahora a dar solo unos trazos sobre lo que en el cuerpo se muestra como impresiones y efectos de nuestro habitar un espacio y tiempo cultural.
Inspirada en lo que plantea Mauss en su conocido artículo Técnicas del Cuerpo de 1934, pienso en todo aquello que puede ser dicho -siempre que pueda ser escuchado, leído y por supuesto descifrado- por la exterioridad del cuerpo en sus formas, posturas, movimientos, ritmos y modos de relación con el espacio y sus objetos. (Y para qué decir todo lo que puede ser dicho por y para la interioridad de la conciencia que experimenta. Pero eso es para otro momento... y tiene relación con ese viaje singular). Exterioridad corporal que habla sobre el modo en que el sujeto vive en un mundo cultural y socialmente construido y compartido, superficie en donde se inscriben (des)encajes, roces, resistencias, aperturas, sujeciones, rendiciones. Un cuerpo que en sus formas, tonos, posiciones y movilidad refleja la cristalización de modalidades de relación con el entorno; ciertas tendencias, costumbres, modales. Cristalización de repeticiones y sus sentidos. Así como Mauss señala que en el adulto habría una pérdida de la capacidad de ponerse en cuclillas -con la consecuente pérdida de posibles comodidades y beneficios que ello podría traer-, en la práctica de yoga es posible observar cómo es el cuerpo occidental -o más bien, cierto cuerpo occidental- el que en general pierde esa capacidad visiblemente intacta en los niños. Cierto cuerpo: aquel que se ha hecho adicto al uso de ciertas posiciones directamente dadas por la relación con artefactos del estilo de la silla; aquel que ha olvidado la posibilidad de sentarse en el suelo o en un único plano, utilizando las múltiples posibilidades de flexión, extensión, cruce, y montaje que le ofrecen sus piernas, y en donde las mismas pueden servir a modo de un soporte como la silla. Pero la práctica no solo evidencia las distintas (im)posibilidades que están dadas para cada cuerpo según su cultura, sino también la apertura que ofrece la carne para nuevas reconfiguraciones. Por ejemplo, y en mi experiencia personal, cómo desde la continuidad de la práctica sucede que la silla deja de ser una silla para transformarse en simplemente suelo.


1 comentario:

  1. Muy interesante. Y me acabas de ayudar a unir dos cosas que estaba trabajando por direcciones distintas en mi tesis. Gracias!

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